jueves, 14 de abril de 2011

Pero...sí va a terminar, ¿verdad?


Escucho noticias durante ocho horas diarias, sí, ese es mi trabajo. Te topas con toda clase de información que simultáneamente sucede en nuestro país sin que nos percatemos de eso. Los medios anuncian aquello "importante" que pasa en el día, o aquello que pueda dar un panorama "integral" de México, y ese conjunto se complementa con entrevistas a los protagonistas de tales acontecimientos y opiniones de especialistas en el tema, según. Ir al día sobre lo que nuestro país escenifica resulta un tanto agotador cuando el 90% de esas noticias tienen las siguientes palabras:

Muertos, ejecutados, cuerpos, cabezas, cadáveres, asesinos, sicarios, delincuentes, crimen, narco, cártel, inseguridad, delitos, violencia, detenidos, arraigados, corrupción, acusación, policía, ejército, militares, enfrentamiento, homicidios, traficantes, secuestro, levantamiento, golpeados, granadazo...

y la lista sigue.

Muchos comunicadores se postran ante su microfóno o cámara para leer esas líneas que se reproducen por cientos en radio, prensa, televisión, Internet, con la intención de dar al público la información que debe conocer. ¿En verdad quiere alguien saber de todo esto?

No hay obligación de nadie -con excepción de los que estamos en un trabajo que lo exige- tener conocimiento de lo que pasa en las calles de su ciudad, en las partes de su país en donde la pinche nota roja tiene su origen. ¿A quién diablos le da gusto oír y ver imágenes de lo que día a día ya es una realidad? ¿En qué momento se convirtieron todas esas cosas inhumanas en una situación que no causa asombro?

¡Caray! Llevo desde la semana pasada sumando más muertos, más cuerpos, más desaparecidos en una cifra ya imprecisa. Escucho un noticiero, y otro, y uno más que me dice que los estados del norte son la escena perfecta del homicidio, pero en la zona sur hay migrantes secuestrados, en el centro se quejan de inseguridad y para colmo el resto del mundo nos tacha de país corrupto. Y así es todos los días como en un intento de hacernos comprar la idea de que esto jamás cambiará. Tengo miedo, no tanto de los muertos o de los homicidas o de los narcos -ya lo decía, esto dejó en algún momento de causar asombro- sino de que nadie tenga la mísera idea de que esto algún día va a terminar.