miércoles, 2 de marzo de 2011

Un trayecto a casa

Recorriendo el trayecto de regreso a casa me topo con más cosas de las que uno podría imaginar encontrar a las 12 de la noche. Saliendo de la oficina veo que aún hay autos incesantes en busca de un destino, semáforos que no se aburren de parpadear, un olor a aire contaminado y algunos seres que todavía deambulan a mi alrededor. Tomo siempre un bus que por lo general no va lleno, y sin embargo está repleto de historias que lo marcaron este día entre y su ir y venir en la misma ruta. La música del conductor -porque siempre es la que él escoge- se hace el himno de todas sus noches para que nosotros, sus pasajeros, también recordemos que él manda ahí.

Cuando llego al metro casi siempre están algunas pequeñas luces de negocios que pernoctan con la firme idea de vender algo a alguien en su paso por la ciudad; no hay duda de ello, sí venden. Lamentablemente estos puestos dejan una calle sucia con charquitos que seguramente nacieron del intento por limpiarla...pero jamás se logra ver una limpieza real. Atravieso el laberinto de ambulantes para llegar a la entrada de la estación, bajo corriendo las escaleras para alcanzar el tren que va llegando, o simplemente me resignó a caminar cuando calculo que no llegaré hasta abajo para abordarlo. Entonces me encuentro con muchos hombres y algunas mujeres que van también a casa apenas a esa hora -quiero creer. Hay quienes están con mucha pila aún, hay otros que se sostienen por efecto de gravedad, unos más sólo miran en el fondo de la oscuridad para ver llegar el tren, y otros creo que piensan en si mejor no llegar esta noche a su hogar. Yo sólo me pongo a esperar en el andén y platicar en tanto con mis amigos. Sé que tarde o temprano subiré al vagón y llegaré a casa en algunos minutos más; no tengo muchas opciones en el camino.

Un largo conjunto de vagones anaranjados se desplazan frente a mí para dejarnos abordarlos así que es justo cuando comienza el viaje. A veces resulta un trayecto ligero, sin problemas de tránsito -porque también lo hay en las vías del Metro- y con una constante velocidad. Otras más se me hace pesado, cansado y sumamente cruel...generalmente es así en momentos que ya quiero dormir. Pero existen noches que parece celebrarse una fiesta en el interior porque las voces de mis amigos se vuelven tan cercanas y cómplices que las pláticas de esos minutos se convierten en la cereza del pastel para el final del día.

A mi alrededor viajan decenas de almas que buscan sentarse, otras más ya están en un sueño y hay las que sólo están metidas en su pensamiento. ¡Qué de cosas ve uno a esa hora! Gente feliz, apática, despeinada, adicta, somnolienta, impotente, furiosa, alegre, estúpida, gritona, malechora, distinguida, indiferente... Pero compartimos algo: la experiencia de toparnos unos a otros en un simple trayecto a casa.

Una vez que bajo en la estación que "me toca" salgo acompañada de mi amigo Fede, uno de esos hombres que te hacen el día con algún comentario simple o un buen abrazo. Solemos caminar juntos a la escalera donde tres, cuatro o hasta 10 minutos pasamos platicando sobre mi vida, su vida, la vida. No sé, es otra de las cerezas del pastel. Y finalmente nos despedimos para ir cada quien a su punto de encuentro.

Papá está afuera de la estación con una cara de entre sueño y tranquilidad por verme llegar. Subimos al auto para venir a casa y entonces me llena de preguntas. Me encanta que haga eso porque podemos compartir algo que ambos conocemos: las notas del día. Suelo decir en serie lo más relevante de la jornada laboral, la noticiosa y una que otra cosa extracotidiana que me haya pasado. Al mismo tiempo veo por la ventana como pasan muchos, en verdad muchos autos a esa hora por las calles. Miro cómo hay quienes trabajan todavía cuando yo estoy rumbo a dormir. Registro que mi cuidad está llena de anuncios publictarios, de luces blancas y ámbar, muchos baches y un toque de aceleración en el tránsito. También hay árboles aunque son menos.

Me percato de lo mucho que no veo en las tardes cuando salgo a trabajar, a lo mejor por la prisa o porque son muchas personas las que tapan las paredes, las calles, el aire. Puedo ver un espacio lleno de esperanzas, de dinámica que está dormitando (por contrario que suene), de oportunidades para mejorar, de espacios sin explotar, de ansias por crecer...eso es lo que yo veo, no sé los demás. Por fin llego a casa y pienso en lo mucho que hay en mi camino, comienzo a escribir sobre aquellas cosas que me resultaron nuevas o sorprendentes y me percato del poco tiempo que nos destinamos a observar. Y pensar que en un trayecto a casa puede darnos tantas respuestas en la vida, una tan simple como saber que estas instalado en un mundo para abrir los sentidos y entender lo que es realmente la intensidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario