Antes de llegar al diez se había terminado el número de las personas que realmente estarían para toda la vida. Le bastó con una llamada y tres horas sin dormir por la madrugada para confirmarlo. No sintió tristeza al darse cuenta de ello, se refugió en un suspiro, una sonrisa y la consciencia de estar creciendo. Se puso una idea de tomar las cosas como vienen y en el corazón se plantó la convicción de repartir sin reservas la pasión que le invade.
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